El tomate, fruta para unos y verdura para otros, fue el comienzo de la saga de platos típicamente andaluces, que podemos conocer con el nombre genérico de gazpachos. El gazpacho, tomado genéricamente, es quizá uno de los platos españoles más universalmente conocidos por los extranjeros, al boom turístico de los años 60 y 70 en la Costa del Sol hemos de agradecérselo. Hoy día la presencia de la gastronomía española en muchos países, contribuye, igualmente, a hacer apología del gazpacho como estrella de la gama de sopas frías españolas.
La palabra gazpacho, en uso coloquial, es sinónimo de mezcolanza, confusión, batiborrillo, revoltijo. Dentro del cuenco o del dornillo sucede lo mismo. Partiendo de unas reglas un tanto ambiguas, se realizan mil combinaciones distintas según el lugar, la época, la economía y sobre todo el gusto personal de cada uno. Etimológicamente, es quizá un derivado mozárabe del prerromano "caspa", residuo, fragmento, por alusión a los pedazos de pan y verdura que entran en el gazpacho.
Pero el gazpacho ha tomado actualidad por otras razones en los últimos tiempos: el auge de la llamada dieta mediterránea. En efecto, el gazpacho es fuente de vitaminas, fibra vegetal, ácidos grasos poliinsaturados, sales minerales y glúcidos. Ideal, como ha apuntado recientemente algún científico, para personas sujetas a estrés, convalecientes de enfermedades e incluso sujetos a dietas de adelgazamiento (suprimiendo alguno de sus ingredientes, naturalmente), y en fin, para quienes deseen llevar a cabo una dieta equilibrada. Pero el gazpacho es esencialmente adecuado para todos, en cualquier época y en cualquier comida, como plato principal, o entremés